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jueves, 15 de febrero de 2024

SECUELAS PSICOLÓGICAS TRAS TRAUMATISMOS CRANEOENCEFÁLICOS

Hoy en día los accidentes de tráfico suponen la principal causa de Traumatismos Craneoencefálicos (TCE) en adultos (70%), lo que representa un grave problema desde el punto de vista de la salud pública, no sólo por su elevada incidencia, sino por afectar primordialmente a un grupo de población joven, ya que se estima que es una de las principales causas de muerte en menores de 45 años. A esto hay que añadir las secuelas que en muchos casos acompañan a los supervivientes, y que produce serias repercusiones personales, familiares, sociales y económicas.

Aproximadamente el 15% de los pacientes que sufren TCE grave y entre el 40 y el 50% con TCE menores, junto con otras lesiones sufridas tras el accidente, desarrollan patología psiquiátrica postraumática, por lo que hay que considerar que un accidente de tráfico no sólo ocasiona secuelas físicas, sino importantes secuelas psíquicas derivadas del trauma. Esta alteración de las funciones mentales impide el desarrollo físico, afectivo, social y laboral.

La regulación legal de las lesiones derivadas de accidentes de tráfico, se recoge en la Ley 30/1995 de 8 de noviembre, de Ordenación y Supervisión de los Seguros Privados, conocida como Baremo de Tráfico.

CLASIFICACIÓN Y VALORACIÓN DE LAS SECUELAS PSÍQUICAS DENTRO DEL ANEXO A LA LEY 30/95

En ocasiones, tras un accidente de tráfico no se observan signos neurológicos evidentes. En estos casos, el juicio de gravedad emitido suele basarse en la valoración de síntomas físicos, pérdida de conciencia y daño cerebral, al margen de la consideración sobre cambios cognitivos, comportamentales o emocionales.

Para encuadrar las secuelas psíquicas baremables secundarias a un accidente podemos ver la descripción de secuelas del Capítulo 1. Cabeza: Cráneo


Descripcion de las secuelas
Puntuación
Síndromes psiquiátricos:
Neurosis postraumáticas
Psicosis traumáticas
Psicosis maníaco-depresivas
Síndrome depresivo postraumático
Desorientación témporo-espacial
Síndrome de Moria
Excitabilidad, agresividad continuada
Excitabilidad, agresividad esporádica
Síndrome demencial
Alteración de la personalidad
Síndrome orgánico de personalidad

5-15
No suelen considerarse secuelas
30-40
5-10
10-20
25-35
10-30
2-10
75-95
2-10
20-40



Estas secuelas se pueden clasificar en cinco grandes grupos: Trastornos de ansiedad, Trastornos psicóticos, Trastornos del Estado de ánimo, Demencia y Cambio de personalidad. 


1. Trastornos de ansiedad

Aquí incluiríamos la neurosis postraumática, que actualmente se conoce como Trastorno por Estrés Postraumático (TEP).

El TEP surge como una respuesta diferida a un acontecimiento estresante o de naturaleza amenazante, que causa un malestar generalizado. Suele aparecer tras un periodo de latencia que puede ir de días a semanas, siendo el síntoma más común la reexperimentación del evento lesivo, que debe manifestarse antes de trascurridos 6 meses del evento. En algunas ocasiones el TEP puede adoptar un curso crónico y evolucionar hacia una Transformación Persistente de la Personalidad (CIE 10).

Esta patología presenta mayor incidencia en TCE leves y en aquellos donde no se dio amnesia postraumática. Dentro de su sintomatología se han descrito rasgos obsesivos (especialmente si la lesión afecta al núcleo caudado, globus palidus o corteza órbito-frontal), sintomatología fóbica, trastornos disociativos y de conversión. Algunos pacientes pueden desarrollar un TEP derivado del impacto emocional del accidente, de la gravedad de las secuelas o de las experiencias traumáticas durante su estancia en las unidades de cuidados intensivos, aunque no recuerden el accidente. 


De cara a la valoración del Baremo, éste debería basarse en el deterioro funcional medido mediante la descripción del grado de afectación en las Actividades de la Vida Diaria (AVD) y en la Vida de Relación (funcionamiento socio-laboral, concentración y adaptación). Hay que tener en cuenta que un TEP grave, puede resultar altamente incapacitante, por lo que la puntuación 5-15 del baremo puede resultar insuficiente.


2. Trastornos psicóticos

La Psicosis, como trastorno psíquico grave que afecta de forma global a la personalidad y conducta, conlleva perturbación del juicio de la voluntad y de la afectividad, desconectando al sujeto de la realidad. La esquizofrenia es el cuadro más frecuente, pudiendo ser de comienzo agudo o insidioso. Dentro de las diversas formas de esquizofrenia qe han sido registradas después de una lesión cerebral (desorganizada, catatónica y paranoide), la más frecuente es la esquizofrenia paranoide. 


Para establecer el diagnóstico de Esquizofrenia Postraumática, deben darse una serie de condiciones necesarias: que el traumatismo craneal tenga una intensidad suficiente como para poder inducir un síndrome confusional inmediato, que la esquizofrenia presente predominancia de signos productivos, particularmente ideas delirantes y que el delirio paranoide constituya el problema central del cuadro, siendo el tema predominante la persecución y las interpretaciones delirantes que sitúan el traumatismo craneal como una agresión o persecución importante.

Habitualmente no se acepta el origen traumático de una esquizofrenia, no siendo recogido como tal en el baremo de tráfico. Lo más aceptado es que algunos casos de traumatismo físico o psíquico pueden actuar como desencadentantes en un sujeto predispuesto, o como agravante de un cuadro preexistente. 

Si de forma excepcional se admite una relación directa entre el trauma y la esquizofrenia es necesario que el período de latencia no exceda de un año.

CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS DE LA AMPUTACIÓN TRAUMÁTICA

El análisis de la afectación psicológica de la persona que ha sufrido la amputación traumática de una extremidad, tiene que tener en cuenta varios factores. 


La pérdida de una extremidad supone lógicamente una pérdida de funcionalidad que incide en las oportunidades laborales, el duro trabajo de una readaptación para poder realizar las funciones sin el miembro que antes cumplía una función y debe ser suplido y los motivos estéticos, que ya no solamente visto desde un punto de vista social, sino personal, el verse privado de una parte de sí mismo, afectan al individuo.

Nos centramos en las amputaciones debidas a accidentes de tráfico o laborales. Estas tienen consecuencias psicológicas más devastadoras, ya que, a diferencia de la persona que nace con una malformación o la amputación por causa médica (como la gangrena), suponen una absoluta falta de previsión de lo que va a suceder, y la persona tarda tiempo en asimilar la pérdida funcional y reencontrar su propia imagen sin parte de sí mismo.

La afectación psicológica suele ser mayor en las mujeres, debido a las exigencias estéticas en la imagen femenina, algo ocurre en la etapa de la adolescencia, cuando el joven da mayor importancia a su aspecto personal. Igualmente las características personales del afectado, pueden ser una causa de mayor daño psíquico, así las personas con gran nivel de actividad, deportistas, etc, pueden ver seriamente mermada su capacidad de sobreponerse a la situación. 

En todo caso una amputación es la pérdida de una parte corporal y como en muchos casos una pérdida puede implicar un proceso de duelo por la extremidad perdida. Pero el duelo no se restringe exclusivamente a la pérdida del miembro dañado, sino a la pérdida de un estatus dentro de la sociedad, a la perdida de la “normalidad”, a la perdida de apariencia estética, a la perdida de funcionalidad corporal, a la pérdida de oportunidades, a la pérdida de la “autoimagen”, con todas esas pérdidas la autoestima bruscamente de verá dañada.

El proceso de duelo, será un proceso de adaptación a través de pasos que al ir siendo superados permitirán aceptar la nueva situación.

En su proceso de duelo el amputado pasará por el estado de shock inicial, inmediato al evento traumático, donde podrá sentirse aturdido, alejado de la realidad, en un estado de sopor etc. posteriormente entrará en la “fase de la negación” donde no aceptará lo sucedido con pensamientos como “esto no me está pasando a mí”, “estoy bien, no pasa nada”, “sigo siendo el mismo” Posteriormente vendrá la “fase del enojo” donde buscara culpables, sentirá rabia, podrá auto culparse, aparecerán los “hubiera”, “si hubiera hecho esto o aquello”; Después vendrá la “fase depresiva” donde buscara estar solo, evitara el contacto con los demás, preferirá estar en casa que salir, podrá tener alteraciones del sueño, insomnio, pesadillas, tristeza, manifestaciones de llanto, cambios bruscos de estado de ánimo, desesperación por no poder realizar las actividades que antes hacía, después pasara a la “fase de aceptación y adaptación” en esta momento comenzará afrontar cognitivamente sus nueva condición, se irá adaptando a su situación y se irá reintegrando paulatinamente a su medio social. Este proceso podrá tener altibajo s, variará dependiendo la personalidad del amputado y de las redes de apoyo así como de la atención profesional recibida.

Las consecuencias psicológicas de la amputación y las fases de duelo podrán mezclarse también con síntomas de ansiedad y estrés relacionados con el evento traumático vivido, es posible que aparezcan síntomas del trastorno por estrés agudo o del trastorno por estrés postraumático